Carta de la Tierra

Desde hace ya un poco más de una década, la Carta de la Tierra invita a todo ser humano a despertara la consciencia ecológica, declarando los cimientos, principios y propuestas para el desarrollo de un mundo más coherente y en paz.

Se trata de convertirnos en gestores de cambio, siendo parte de una comunidad global, que permanezca despierta al compromiso con la humanidad, aportando con nuestras acciones en el día adía, un poderoso ladrillo para la construcción de un medio ambiente saludable, donde el sendero de la prosperidad y la paz sea palpable para todos, en igualdad.

He expresado alguna vez, que “Separado” se escribe todo junto y que “Todo Junto” se escribe separado,como una manera jocosa de describir a este mundo tergiversado en que vivimos, que está dado vueltas al revés, en una crisis existencial.

Se hace evidente en estos tiempos la enraizada corrupción, la falta de sensibilidad humana, de justicia y de desigualdad, en la cual es imperioso ir al rescate de los valores superiores y de la calidad humana,con el fin de restituir el amor a la naturaleza y el reconocimiento que somos parte de ella.

Comprender que la Tierra es nuestra casa, nuestro único hogar y, como tal, debemos abrir los ojos de una vez y darnos cuenta que el cambio comienza por uno mismo, por cada uno de nosotros. Tener claridad que el  desarrollo es el reflejo del orden y que este orden, trae sabiduría.

Estamos absorbidos en la creencia de un mundo dividido, pensando que las divisiones nos convierte en vencedores. Miramos a nuestros hermanos separados de nosotros, sin percatar que somos parte de una totalidad, de un sistema holístico universal que nos invita a observar sin miopía, perspectivas diferentes, como si fuera la mirada de un astronauta que percibe la unidad, la totalidad. Que todo está perfectamente  interconectado.

Para muchos, parece utópico este deseo vehemente por hacer realidad los preceptos del amor por la Madre Tierra, con el firme propósito de recuperarla de la necedad humana; aunque para realizar un cambio evolutivo, es necesario poner cimientos de Liderazgo, con una fuerte mirada hacia el “Ser”, hacia la esencia más pura del hombre.

Ninguna institución, ninguna comunidad, ninguna nación puede lograr la importante proeza de un renacimiento de consciencia, sino iniciamos por la columna primordial, que es el ser humano en su individualidad. No es posible ser agentes de cambios constructivos, si la transformación no comienza por uno mismo.

“Darse cuenta” es el paso fundamental. Es el primer escalón. Darse cuenta de que esperar a que los otros inicien el camino, para recién arrancar nosotros, es parte de nuestra absurda negligencia habitual. Darse cuenta que la responsabilidad implica acción, y compromiso. Darse cuenta que el planeta comienza a  integrarse cuando cada hombre vivo inicia su despertar a la consciencia. Escomo un océano, que no es tal, si le faltara una de sus gotas saladas.

La tierra es mía, la tierra es suya, la tierra es de nosotros. Todos tenemos el derecho de vivir en cada rincón de este planeta en paz, con libertad, con dignidad, con prosperidad, con rebosante salud y bienestar espiritual y en unidad.

Pues bien, si todos tenemos derechos, seamos conscientes de nuestras obligaciones como hijos de la tierra. Estas obligaciones tienen intimidad con el hecho de conquistar la propia voluntad y asesinar la indiferencia. Por eso, un planeta verde y celeste como la tierra, necesita que aquel líder – que se encuentra dormido o aletargado en nuestro interior – despierte hoy.

El despertar de una humanidad nueva, de una “comunidad global”, requiere de encender las lámparas del  desarrollo  intelectual,  del  resurgimiento  del  amor  incondicional  y  de  la sensibilidad, para apreciar la belleza, la creatividad y ser compasivos.

Ésta es la manera de cumplir con los preceptos del cuidado de la vida, la integridad ecológica, la justicia social y económica, la expansión de la democracia y la paz.

¿Pero como hacerlo? De una manera sencilla. Pensemos primero en el hoy, como una semilla que producirá frutos jugosos en el futuro. Pensemos en nuestros hijos y en un legado universal. Pensemos en prosperidad, observando las cosas que podemos dar, en vez de mirar lo que no tenemos; porque esto es escasez. Aportemos desde lo mejor de nosotros, regalando parte de nuestro tiempo, esforzándonos.

Hagamos cosas simples, que – sin pensarlo – reflejen la grandeza del hombre.

Hacer, implica “acción”; y estas acciones aparecen cuando nos hacemos la pregunta:

¿Qué soy capaz de dar y hacer, para que esta porción de la humanidad en la que puedo influir, seaun poco más feliz que ayer?

Esta pregunta no es un acertijo. Es concretamente una invitación a ser parte de ese mundo que no está afuera. El mundo somos nosotros. La tierra esta esperando nuestra respuesta.

Cosas simples… Levantar un papel del suelo. Bajar el nivel de consumo innecesario. Ayudar a otros a ser más prósperos. Enseñar a los demás a descubrir la belleza que brota en la naturaleza. Respirar profundo y honrar el oxígeno que llena sus pulmones y nos da vida. Relacionarse con las personas desde el amor más puro. Nunca negociar la integridad. Valorar la vida. Controlar la ira. Perdonar. Somos líderes en esencia.

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